Algo no encajaba en el ambiente. Era su casa, sí. La mesa redonda del comedor con las llaves encima, justo donde las había dejado cuando regresó del trabajo, sobre el mantel negro floreado. Las sillas metidas debajo la mesa, acomodadas prolijamente, la cama de Lobo en un costado, pero él no estaba ahí. Seguro había salido al patio, ya que le encantaba dormir la siesta echado al sol. Parecía todo normal, excepto una cosa. Veía como si estuviera borroso, como si una muy tenue niebla se esparciera libremente por el comedor de la casa atenuando los colores. Maia movió la mano en el aire delante de la cara para espantar la niebla, pero nada cambió. Optó por asomarse al jardín por la puerta doble de vidrio que había quedado abierta. Las cortinas se movían dejando entrar una cálida brisa que, al acercarse, le acarició las mejillas. Como era de esperar, Lobo estaba completamente despatarrado durmiendo en el patio, no se despertó cuando ella se asomó así que volvió adentro para no mol...
Comentarios
Publicar un comentario